viernes, 17 de junio de 2011

Resaca emocional

Todo mi cariño acumulado en un momento. Doy más del cien sin recibir nada a cambio. Me dejo la piel en el campo de batalla, porque mantengo la esperanza viva a razón de mentiras enunciadas en silencio desde la cueva de mis miedos. Todo se va a la mierda y decido partir dejando el terreno como lo encontré: frío y con un olor fétido propio de lo que se ha podrido sin esperanza de resucitar.
Los pasos pesan en el momento en el que salgo. Las miradas me resbalan gracias a la coraza de ideas aceleradas que me recubre, ideas que sobrevuelan el espacio y me indican opciones antagónicas que me dejan peor. No hay remedio más allá de la silla y el café con leche. La verdad es que no hay remedio, porque ni la silla ni el café con leche logran llevarme a la calma. Ni el mismo Bolaño logra que me asiente en una imagen concreta y única.
Los minutos me recorren el cuerpo, atacando cada una de mis células. Los segundos, sueltos y a la carga, me dejan tumbado pidiendo piedad. Porque no quiero más y porque una marea de agua salada amenaza con salir pronto a la superficie. Quedo postrado en el tapete, recibiendo con los brazos abiertos el sol criminal que logra filtrarse por la ventana en una tarde de verano barcelonesa. Cambio suelo por cama con la esperanza de una mejora, pero esa luz sigue ahí.
Poco más se puede hacer cuando se ha probado todo, poco más que aceptar un pesar sin límite y rendirse con la cara arrugada. Termina el día sin una sola idea clara pero con la intuición certera de que nada de lo que ocurre es correcto, pues nada está en el lugar indicado.

No hay comentarios: