sábado, 25 de junio de 2011

Despedida

Ver el horizonte desvanecer mientras te alejas del lugar en el que todo acaba. Dejar atrás lo importante, porque se te escurre entre las manos y escapa, dejando tu presencia relegada a la figura de evento casual y de poca importancia. Mirar, al ver ese paisaje evanescente, la imagen del recuerdo y mantener viva la memoria del dolor que suscitan las grietas que te dejan sin suelo estable en el que apoyarte. Un puerto digno para la partida y al mismo tiempo el lugar de entierro del placer y la alegría cosechada en el pasado inmediato.
Ver el horizonte desvanecer y sentir que una lágrima brota. Una gota contiene toda la carga emocional de la desaparición de una realidad añorable. El sueño cumplido termina con ese desborde que provoca la hinchazón del lagrimal. El agua recorre el cuerpo hasta llegar al exterior, quizás porque necesitas de la limpieza para ese nuevo comienzo que se acerca más y más en la medida en la que se desvanece el horizonte. Proporcionalidad inversa entre lo que queda atrás y lo que se ve venir mientras la lejanía marca el espacio con aquello que muere al partir.
La perspectiva de aquello que queda: nada grata. El regreso a la realidad previa al tiempo placentero, la vuelta al punto de partida en el que la incertidumbre reinaba. El regreso al pasado. Paisajes capaces de aquejar incluso a las mentes más estables. Se desmorona el horizonte y se queda la idea de fracaso sembrada en el cuerpo. Se permite un último recuerdo, porque no tiene sentido seguir meditando sobre aquello que ya se ha ido para no volver.

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