miércoles, 29 de junio de 2011

Tragos amargos

Pasar las horas mirándote a la cara y sintiendo la inevitabilidad de un regreso. Verte con un pie del otro lado, verte acostada en la cama que espera desde hace unos meses, verte con otros. Inundan los recuerdos del pasado y las ensoñaciones del porvenir mientras van y vienen los aviones que me amenazan con la lejanía del cuerpo que necesito. Vas a partir. Vas a estar lejos y yo me quedaré con dos semanas de imágenes almacenadas en una memoria falsable.
Las palabras se apilan a lo interno, pero no quieren salir porque cada posibilidad de emisión trae consigo el cuestionamiento de la pertinencia. ¿De qué vale un comentario en el momento de la despedida? Nada importan las pocas frases irrelevantes que se puedan llegar a estructurar. No hay oraciones, porque el tiempo apremia y el ritmo acelerado sólo permite la composición de breves enunciados que se sueltan para pasar el buche.
Tu mirada es criminal, porque me despide a cada minuto. Tu mirada es criminal porque sabe que en poco tiempo no la tendré más que en la reproducción irreal de fotogramas sueltos; sabe que se irá y me dejará con el deseo de una mirada igual a ella.
Las alarmas se activan y el caminar hasta la puerta sabe a procesión. Velamos el cuerpo de una historia breve pero intensa llena de días de placer y llanto acumulados en cantidades similares. Guardamos luto por una idea que la realidad se empeña en imposibilitar. Quizás sea mejor esa condición, la del imposible. Sólo lo imposible tiene el sabor dulce de la añoranza. Sólo lo irrealizable conforma un cuerpo lo suficientemente apetecible como para llevar al punto del llanto. Lo que existe en el plano de la realidad está destinado a morir, sólo lo imposible es eterno.
Dos pasos, una fila, mi cabeza sobre tu hombro, una despedida, un beso, llanto, de nuevo mi cabeza recostada, un abrazo, un beso más, tus pasos, tu espalda que se aleja, más pasos, tu cara en silencio, más pasos, la bandeja con el celular y la cartera, un detector de metales y llega la mano levantada que describe el movimiento ondulado de un adiós. Y ya sé que estás lejana, de ese lado sin patria que son los puertos. Ya sé que pronto pertenecerás a otra ciudad y yo estaré deseando una nacionalidad distinta. Ya estás del lado de aquello que requiere un esfuerzo intenso y acumulado para llegar a ser viable.
Sale a flote esa lágrima que no es sino un mar de recuerdos concentrados.

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