jueves, 2 de junio de 2011

Devenir de una mirada

La imagen de ella quieta, viendo el móvil que sujeta aferrándose a una búsqueda. Algo pasa, algo no está pero debe llegar. Camina en un ir y venir que la deja en el mismo lugar, dando vueltas en círculos. El marco de la ventana delimita su figura colocada en un entorno que parece borroso cuando se fija la atención en ella.
Un café para meditar. La bebida perfecta para pensarla como el elemento clave de una ecuación casi matemática que es el producto de la soledad. Los sorbos no son más que ideas que corren por la garganta, refrescando la necesidad de entender por qué ella está donde está y yo estoy aquí, donde no está ella. Pido a gritos callados comprender el devenir que corresponde a estos impulsos energéticos acumulados.
Todo lo pienso entendiendo que ella está ahí porque yo estoy aquí, porque no la tengo ni tengo otra. Mis ojos se quedan fijos en la imagen de la carencia, como el hambriento vela el plato del vecino. Todo se entiende si logro comprender que mi mirada está dirigida hacia un punto que no es sino un espejo que me devuelve mi propia imagen: la del que toma café en un sitio atiborrado pero carente de compañía alguna.
La miro y todo queda claro.

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