sábado, 28 de mayo de 2011

Cruces prósperos

Descerebrado y criminal. Transformado en una bestia por la ausencia de lo básico, aquello sin lo cual no se debe vivir. Números y puertas y ella atrás. Ella una, ella todas; el tiempo se esconde detrás de las paredes de un cuarto, protegido en la trinchera de concreto. Y las sábanas vuelan, como vuelan los minutos, como vuelan las ideas y los gemidos propios del momento.
El querer engañado deviene en la ficción sana del que cree estar en su punto y no ha logrado más que convertirse en un animal. Procesos idiotas, crímenes insospechables para que la piel pueda mantenerse satisfecha. El ciclo se cierra con la despedida carente de miradas, para convertirse en el encuentro casual de dos seres ausentes, dos víctimas de sí mismos.

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