sábado, 11 de junio de 2011

Tu piel

Adentro y sin barreras entre piel y piel. Todo pasa muy rápido a la luz del placer, demasiado rápido como para retener todos los momentos que deseo guardar en mi banco de imágenes memorables. Quiero tenerte en tu apogeo, soltando las caras que me hacen sentir por buen camino. La pocas palabras que sueltas son el estimulante perfecto.
Termina y me resigno a tenerte estática, a recorrerte en busca de aquello que tanto necesitaba. Piel apetecible, piel de deseo consumado, piel que huele a sudor acumulado y a gritos ahogados. Me quedo con esa imagen del momento elongado en el que te veo en la oscuridad, sin distinguir bien tus facciones pero recreándolas, construyendo tu rostro a partir de los pocos haces de luz que lo delinean.
Dormimos la mañana.
Eres criminal. Te doy lo que buscas y me niega un nuevo rito. Me dejas deseándote, sabes que me dejas con las ganas de otro momento, el deseo de repetir lo que es bueno. Reposas entre sábanas, distante. Me dejas recorrerte hasta los pechos y me devuelves un contacto ocasional, incluso alguna frase suelta; nada más.
Te dejo allí, deseable, con la sensación de que una noche es poco tiempo, una mañana es poco tiempo, un día y una semana son poco tiempo. Te dejo, sintiendo que eres inabarcable y al mismo tiempo inalcanzable. Dejo que tu piel se renueve, con la esperanza de un después.

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