sábado, 2 de julio de 2011

Skyline

I change shapes just to hide in this place but I'm still an animal.
Transformarse y transformar el núcleo que la cuestión, el centro que destila la energía de la que se alimenta la existencia. Ir superando un nivel al ritmo de ondas de calor que llegan después de tiempos fríos; como todo, como cualquier otra cosa. Nada de lo que arrepentirse pero con la sensación de que hay poco de lo que estar orgulloso. Pasan las horas y el suelo hierve y el espacio se baña en vapores producto de la tempestad previa.
Otra figura, porque del núcleo derivan las formas pasajeras que conforman una fachada. La pregunta latente por el ser convertida en el cuestionamiento de la necesidad de ser. Un existente que vaga con pasos torpes, propios del que ha perdido la brújula. Se arrastran los pies ante la ausencia de un elemento primario que se desconoce por no haberle tenido lo suficientemente cerca como para propiciar el contacto. ¿De qué vale un nuevo amanecer si no se sabe por dónde saldrá el sol?
La perspectiva de una terraza: un espacio libre desde el cuál caer. El festejo queda eclipsado por las manifestaciones sensoriales que nos develan ese panorama: el de los techos como trampolín a la calma. Será imposible ver la silueta de Barcelona de la misma forma gracias a esa marca de carácter que se impone.
Una máscara más para evitar las preguntas que duelen porque desnudan al cuestionado. Se es víctima del interrogatorio más duro: aquel que nos plantea la duda con respecto a las razones propias del existir. Quizás hay dudas que no se pueden tener y por eso la máscara, con la dotación de una forma diferente que conlleva, es tan útil al que desea eludir la cuestión. Al final, siempre tendremos los techos.

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