sábado, 30 de abril de 2011

Estructuras efímeras y trasfondos irregulares

Todo se transforma en nada porque lo que creías cae por su propio peso y la caída se hace más estrepitosa cuando el nivel de vinculación con esa creencia es mayor. Te adhieres a un credo que está destinado al derrumbe en cuanto se enfrenta a la realidad y te das cuenta de lo volátil que puede llegar a ser una idea. Te enteras, con ello, de lo frágil que es la capacidad cognitiva y todos los resultados que arroja el estudio empírico y pragmático de la realidad. Todo transformado por un simple devenir accionado por un cualquiera, un don nadie.
Es así: las historias de fracasos empiezan en el terreno de lo baladí, de aquello que creías casual pero que luego se confirma como un trazado más en el camino hacia el desastre. Vives lo casual como se vive lo estrepitoso y lo acelerado. Lo vives como el final de aquello que creías verdadero y te encierras en la barraca para exhalar los últimos gases de aquella mentira. Confirmas, gracias a la presencia ajena, que aquello en lo que se basa la existencia, eso que da raíz y cimientos a una estructura, no es más que una teoría compuesta de enunciados falaces.
Ves lo frágil surgir por la vereda de lo que solía ser cierto. Ves cómo aquello que no existía cobra vida en forma de incertidumbre y desconcierto. Todo lo demás queda apartado de la imagen que se plasma en el lienzo de un horizonte lejano y volátil, porque todo aquello que espera no es más que el fruto de una idea, y las ideas, como ya está comprobado, son sólo la puesta en forma del germen de lo efímero. Todo queda puesto en palabras y todo se lo lleva el viento.

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