lunes, 2 de mayo de 2011

Vacíos ineludibles

Caes en cuenta pronto del flagelo y ves que el castigo es auto-impuesto, ves cómo se desenvuelve toda la trama y te sientes el único narrador en un mar de espectadores con sus miradas dirigidas al intérprete de la pieza. Así, la puesta en escena es la representación de la idiotez vivida en carne. Todo lo que haces, todo lo que dices e incluso lo que piensas arrojado al escarnio público mientras tú estás en el centro de atención de un universo que acelera al dar giros sin dirección particular. Las nauseas son la conclusión lógica de la mirada ávida del mundo que comprenden los otros.
Todo en blanco y negro. Eres totalmente bueno o totalmente malo, porque desaparece esa posibilidad de tonos intermedio en el momento en el que la figura de una deidad pasada se te muestra como verdadera. Llegado a este punto, piensas en todas las teorías místicas que puedan dar sentido a lo que pasa, porque la fe sólo es posible en los momentos en los que todo parece caótico e inaceptable al mismo tiempo y en igual medida. Aquí aparece aquello de lo que reniegas en tu día a día y se aviva la mecha que duerme cuando la situación es llevadera.
Lo que ocurre deja libre ese manto transparente que te ahoga cual bolsa plástica y te hace llegar al borde del mareo, un punto previo al precipicio en el que rara vez hay vuelta atrás. Un paso adelante inevitable y caes al vacío mientras escasea el oxígeno. Una caída libre. Una especie de vuelo que se siente más como la ventisca premonitoria de un choque contra el ineludible desespero al que conduce el actuar inconsciente.
Las ganas son culpables, y con ellas caes al vacío necesitando el suelo que no vacila en demorarse, dejándote con la sensación de continuidad e impidiéndote alcanzar el punto de quiebre: ese lugar al que crees oportuno llegar cuando eres lo que eres en este instante. No consigues tu final y ves cómo la situación se prolonga y te deja en el estado penitente. Necesitas oír el castigo, porque el perdón es imposible a veces. Castigo que no llega, castigo que se tarda, castigo que te deja varado en el aire, cayendo en el cielo de incertidumbre. Y tú esperando ese final en un día en el que no llega la noche.

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